martes, 12 de abril de 2011

Cocinillas en Vinuesa



Es un hecho conocido que las casas rurales están fomentando el turismo gastronómico con la búsqueda de los productos regionales  o del restaurante secreto de la zona.  Sin embargo se está colando un movimiento, apenas perceptible, pero que crece muy rápido  y  cuyo personaje central es  el  cocinilla. Es curioso que éste término sólo se aplique en masculino.

La casa de Vinuesa,  cumple a la perfección con las expectativas de los cocinillas del grupo. Austera por fuera, muy bien integrada en el paisaje pétreo del pueblo y muy contemporánea por dentro. Inmenso salón con chimenea y moderna cocina en un extremo del salón que propicia la exposición pública del cocinero que es, en el fondo, lo que buscamos. Las habitaciones  arriba y un patio agradable tomado al asalto por Charito como zona de fumadores.

Pero vamos a lo que nos interesa desde el punto de vista gastronómico:

La cena del viernes montada a modo de puzzle con las aportaciones personales de cada uno, resulta de una armoniosa anarquía: jamón ibérico y  quiché de verduras, salmorejo de remolacha con queso de cabra, pulpo a la plancha con aceite de mojo picón y un plato collage  de lujo que unía  un lomo de merluza, una vieira y un inmenso langostino de Huelva sobre una salsa verde muy suave. 





Los postres de Jose, realizados con la ayuda de su tercer brazo al que llama Thermomix, cerraron con broche de oro. La vienesa tarta Sacher y los asturianos moscovitas con el café, dieron paso a una sobremesa de ginebra amenizada por las historias imposibles de Javier y la cordura ortodoxa de Mariano.


Tras un desayuno pantagruélico sólo quedaron dos horas libres hasta que empezamos a preparar la comida del sábado y una sobremesa infinita se fundió, sin darnos cuenta, con la preparación de la cena.

Todo estuvo a un gran nivel, pero me gustaría destacar unas anchoas de Santoña que hacían saltar lágrimas, una torta de La Serena que nunca defrauda, una ensalada de perdiz que refrescó nuestros estómagos agotados, unas croquetas casi líquidas de Charito,  y sobre todo, una sopa de cebolla preparada por Antonio, que merece ser contada en otro post.








Estuvímos muy eclécticos con los vinos. Hubo un poco de todo, pero destacó un Duoro portugués, Post Scriptum del 2008 que no tiene nada que envidiar a los de éste lado del mismo río.

Los no nombrados del grupo, Rosa,  Marisol,  Ángeles,  Marlene y el que escribe curramos lo nuestro y disfrutamos como el que más.

El domingo, ya de vuelta, dímos cuenta de un correcto lechazo castellano en Riaza.



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